El
dulce sabor
de
lo prohibido
Testimonio de un joven grafitero
argentino que aprendió el oficio en
Holanda, en donde vivió prácticamente
toda su vida.
argentino que aprendió el oficio en
Holanda, en donde vivió prácticamente
toda su vida.
Allá,
dice, los grafitis
aparecen en los lugares más
inesperados y chocantes...
aparecen en los lugares más
inesperados y chocantes...
“Me sorprende, muro, que tú que soportas el
tedio de tantos escritores, estés aún en
pie". Estas palabras, grabadas en un muro de Pompeya en los tiempos
del Imperio Romano, son el testimonio más antiguo de arte del grafiti. Ya en
esa época se conocían las dos formas clásicas de grafitear: el dibujo y la
leyenda. En la Argentina estamos más acostumbrados a esto útimo. Pero en
Europa, el grafiti apunta más al diseño, a la forma y el color. Los grafitis
artísticos nacieron en el Bronx neoyorkino, como un hobby de los jóvenes de
clases bajas en los ghettos. Poco a poco llegóa los subterráneos como arte
caligráfico. En los ochenta aparecen el break-dancing
y el rap como géneros musicales independientes. Y en
algunas películas se pueden ver a los break-
dancers y a los rappers bailando
y cantando con un fondo atiborrado de grafitis. Así, por via del cine, el
grafiti cruza el Atlבntico y
de- sembarca en Europa. En Londres algunos grupos escribían mensajes críticos
en los camamarines de las discotecas en donde actuaban como The Clash y Sex Pistols. A todos les empieza a atraer el dulce sabor de
lo prohibido, sobre todo al enterarse de los riesgos ciertos que corre el grafitero.
Arte clandestino
Los
artistas de grafiti, llamados writers,
adoptan seudónimos como Dr. Rat, Shoe, Joker
[en Amsterdam], entre otras razones porque su arte es clandestino. Es público
por cuanto se muestra al aire libre, pero la ejecución y la autoría deben
mantenerse en secreto, especialmente ante la curiosidad policial.
Al
principio estos chicos salían solos, de noche, y equipados con aerosoles,
marcadores y guantes, para no mancharse los dedos con tinta.
La razón de este último
detalle no tiene que ver precisamente con la higiene, sino más bien con la
intención de borrar pruebas ante la autoridad. Para hacer sus obras buscaban
los lugares más alejados, pero a la vez bien visibles. Al volver al sitio, al día
siguiente, solían encontrar a otro artisra haciendo lo suyo. De ese modo se
entablaban relaciones entre grafiteros. Cada uno empieza a conocer el seudףnimo del otro, y llega a establecerse una especie de
logia, conocida con el nombre de crew.
Así surgieron los Crime Time Kings,
de París, que con el tiempo incluyeron en su fila a artistas de Berlín,
Londres, Amsterdam y Copenhague.
No siempre
el artista de grafiti realiza una obra maestra. Muchas veces se dedica solamente
a estampar su firma en los trenes o edificios, siempre cuidándose de que nadie
lo vea. En Amsterdam obras y firmas aparecen en los lugares más inesperados y
chocantes. El grupo Cat 22 hizo un
grafiti de dos metros de altura en el Palacio de la Reina de Holanda burlándose
de la monarquía. Y en la misma ciudad, los grafiteros del Kid Cyrus 45 se treparon a un caño y
dejaron su nombre indeleble frente al Cuartel Central de la Policía.
¿Política o simple rechazo?
En 1986
los agentes neoyorquinos detuvieron a Seen, considerado como el mejor artista
de grafitis del mundo. Lo condenaron a dos años de cárcel por haber realizado
un "trabajo" de tres metros de altura y diez de ancho sobre las dos
eles del monumento a Hollywood.
Los artistas de grafiti
holandeses suelen dedicar sus trabajos a sus compañeros, o son capaces de realizar
un mural excepcional para el cumpleaños de su novia. A veces convierten su obra
en un homenaje a determinados líderes políticos de los años setenta como
Malcom X, Martin Luther King o el Che Guevara. Por lo
general no se meten en política directamente. Pero al encarar un grafiti, e
algun modo critican a una sociedad indiviualista, de la que se consideran
marginados y por la que son vistos como seres asociales. Para ellos lo que
resulta en la pared es, por sobre todo, un gesto de reafirmación de su personalidad,
en un mundo que se tambalea entre la mediocridad, las reglas y la hipocresía.
Texto, grafiti y foto de
Mariano Labraña.
Publicado en Ciudad B N° 3,
Buenos Aires, agosto 1993.
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