miércoles, 2 de junio de 2021


34 meses sin vos...

 

       Sé que cada día es más difícil...

 

         Y más cuando, como ahora, con restricciones que nos impiden movernos en época de pandemia, no se te puede ni ir a ver para llorar en  tu lápida, ponerte las flores, tocar el mármol...

 

         Y me viene la noche y miro al cielo para ver si está la estrellita en que creo que estás...

 

Y a menudo repito esa triste verso de la Rima LXXII de Gustavo Adolfo Bécquer...

 

La repito en el original:

«¡Ay, Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!»

 

Y la repito invirtiendo el sentido...

«¡Ay, Dios mío, qué solos

nos quedamos los vivos!»

 

         Siempre fui respetuosa de la muerte, pero nunca fui necrológica ni lo soy.

 

         Pero con vos es inevitable la pesadumbre.

 



         Uno de los pocos consuelos que tengo es a veces hablar o llorar con algún amigo tuyo, con alguien que te haya querido, que te siga queriendo y, entre ellos, aquí está uno que conocimos en Amsterdam, aunque a su madre la habíamos conocido en Rio de Janeiro cuando vos eras mi compañerito de aventuras y desventuras camino al exilio...

 

         Y esta vez este amigo es Emiliano Montenegro, el hijo de Lali y Marcelo, el hermano de Sol y le pedí que escribiera algo y me dijo que trataría, pero que quedó muy shockeado con tu muerte...




 

         Igual  el 19 de mayo me mandó este mail que reproduzco:

 


 

 





Emiliano Montenegro

        

Estimada Ana.

 

Te mando mis reflexiones sobre mi amistad con Mariano.

 

Mariano siempre fue un tipo de hierro.

 

Me acuerdo cuando jugábamos a la pelota en Amsterdam....

 

Y luego en Palermo, Buenos Aires.

 

Gran amante de la poesía, de la psicología, de la filosofía, del rap, del tango, del jazz.

 

Fanático de River...  Y yo también...

 Y él, muy muy pasional.  

Se calentaba mirando los partidos de River.

 

Tuvo muchos amigos en Holanda, y muchos amigos en Argentina.

 

Cuando estuve mal en Holanda me ayudó muchísimo: un tipo de hierro.

 

Mariano fue un enorme amigo que siempre me ayudó en las malas. 

 

Él dijo que quería cambiar el mundo...

 

Y una maldita enfermedad se lo llevó.

 

Cuando me enteré lloré mucho.

 

Vanjia Ljujic, mi ex esposa y madre de nuestra hija, Soledad Sofía, y  yo fuimos a rezar por él y le prendimos dos velas en la  Iglesia Ortodoxa Serbia de dónde ella es muy devota.

 


Amigo de sus amigos...

             Lo extraño muchísimo.

                Lo extrañaré por siempre.

                                                                      Un abrazo,

                                                                                                             Emiliano.

 

 

            Saber que tus amigos te querían y te quieren así... tanto... me hace bien...

 

 

 


65      MESES SIN VOS...               Es imposible de superar...        Y más cuando uno ve todo lo que tenías...        todo lo que te int...