miércoles, 2 de febrero de 2022


Mariano...

                  42 meses...

Foto de Cancún x Mariano 2013


Hace unos días llamé a una amiga  -hermana de la vida [no tengo hermanos sanguíneos] para preguntarle un dato sobre un autor a ver si lo conocía.

 

Después de que me dijo que no, me preguntó cómo estaba yo… 

Y, por supuesto, le dije la verdad… para eso es mi amiga de hace medio siglo… 

O sea que le dije que «estoy muy… muy mal, que no puedo superar lo de Mariano y que no creo que lo pueda hacer… que no me sentía desolada y sola y que no le veía sentido a nada…» Y más con esta pandemia.

 

Entonces empezó a decirme que yo no era la única que estaba sola ni la única a la que le había pasado eso, que había gente que había pasado por cosas peores… que ella también «estaba sola»… etc.

 

Le contesté que ella tenía hijos, nueras, nietos, hermana, cuñado… que no era lo mismo.

 

X supuesto tenía que venir lo que es de rigor en estas situaciones, si estaba medicada, si iba a un terapeuta, etc.

 

Después de aclara que sí, que estaba medicada, que había ido a psicólogos y  -con disculpas de muchos de ellos que incluso tengo de amigos-  no los soportaba mirando el reloj para terminar la sesión y terminar diciéndome: «Ya va a pasar con el tiempo…  Tenés que levantar tu autoestima…»  Y ahí decidí cortar.

 

Después le mandé un mensaje de voz para disculparme, pero recibí otra vez una arenga a la que respondía con mis explicaciones, aunque pensaba que las iba a entender porque terminó diciéndome en otro audio más o menos lo mismo que me decían esos «terapeutas»: que tenía que poner «más pelotas, que tengo mucho para dar, que tengo que quererme más…»

 

Hay algo que tal vez no se entiende… y es que, cuando uno pierde un hijo en cinco días por un mal terrible, aunque no tenga nada que ver con las razones de ese mal, lo que experimenta es un dolor intenso, inaguantable que llega hasta hacerlo sentir a uno con culpas que no son reales… que uno  -por más activo y creativo y emprendedor que sea-  de golpe empieza a mirar atrás… y más cuando es un hijo único…

  









Hay, por momentos, un bloqueo tal que, por ejemplo, alguien tan lectora como yo, en estos tres años largos de ausencia, sólo pude volver a leer un libro entero Cuando muere el hijo de Abel Posse -de quien leí casi toda su obra y a quien considero uno de los mejores escritores vivos-. Libro que yo ya había leído por primera vez cuando salió en 2009 y entonces le había mandado una tarjeta a Posse en donde le expresaba mi admiración por haber hecho esa «belleza de tanto dolor y que ojalá yo nunca tuviera que escribir sobre eso».



                      Dice Ruth Coughlin:

«Nadie puede explicarnos el dolor, su ilimitado alcance ni sus profundidades enigmáticas. Nadie nos puede descubrir el vacío que deja en el mismo centro de nuestro ser, un vacío que nada lo llena.»

 

Desde afuera es muy difícil percibir esa intensidad de dolor…

 

A veces camino dos cuadras… voy a comprar algo… y, de pronto, una bicicleta… un muchacho rubio castaño de ojos claros… o con una gorra con visera… o una camiseta o una mochila de River… o un Pitbull… u otro perrito, animalito, pajarito, planta… Y ahí me desbloqueo… Tengo que ponerme los lentes negros para que no me vean llorar sobre el barbijo o tango que sacármelos porque ya no soporto más el llanto y buscar un pañuelo para secarme lágrimas… y lágrimas…

 

Y me doy cuenta de que desde afuera, los demás me observan como una marciana… o tal vez alguno se atreve a preguntarme si me pasó algo, pensando sobre todo en un caso de inseguridad…

 

 Las emociones se me enredan entre sí, se me bloquean, se me anudan…

 

Y a veces no sé manifestarlas: me aniquilan, me quitan la voluntad…

 

Y como soy una irreverente… una rebelde… una heterodoxa… a menudo me encuentro maldiciendo al supuesto poder supremo y reprochando y a veces, al ver una estrella en nuestro patio, agradezco a esa estrella que sos vos.

 

Y me envuelve el desconcierto, las contradicciones, las incertidumbres….

 

Todo es un desconcierto sin sentido…

 

Y la única certidumbre que tengo es que tal vez estés en esa estrella esperándome… y tal vez no…. 


Y ahí no me queda más que el llanto… las lágrimas… el desconsuelo

 

              Febrero 2, 2022. 

 


65      MESES SIN VOS...               Es imposible de superar...        Y más cuando uno ve todo lo que tenías...        todo lo que te int...