viernes, 7 de diciembre de 2018



       41 años de nuestra llegada a amsterdam
A todo lo que los Países Bajos nos brindaron:
sobrevivir, estudiar, enseñar, escribir, publicar,
querer gente, conocer otros mundos…
a nuestros amigos de allá y de acá,
simplemente, gracias..

A Mariano…

        41 años es mucho… Y mucho más cuando no tengo a mi lado a mi compañerito de viaje…
        Con Mariano ya habíamos incursionado varios exilios…
        Idas y vueltas…
        Era una forma de mantenernos y mantenerlo con vida…
        En junio de 1976 me llamó el Gerente de la entonces tradicional marroquinería Pisk  -al lado del Círculo Militar-, que era el yerno del dueño para decirme que mi amiga Cristina Onís que era empleada allí había faltado. Yo la había llamado a la mañana temprano para combinar cómo prestarle un tapado hermoso que tenía de lo que ya entonces era piel sintética porque ella iba a llevar a su madre al teatro.
        El Gerente no sólo me dijo que había faltado sino que había sido secuestrada, que habían encerrado a sus padres en un baño y que se habían robado todo, hasta el calefón y el teléfono. Me recomendó que me fuera, que dejara el laburo. Yo, que había trabajado tres meses allí, pero terminé yéndome porque no me daban la misma comisión que a las otras vendedoras, subí a la oficina del dueño de Gucci en donde estaba trabajando en la calle Libertad y Arenales y renuncié de inmediato.
        Ésa fue nuestra primera huída junto con Mariano.
        Con mi abuela Ana fuimos al departamento que tenía mi madre con sus hermanos en Mar del Plata en la Avenida Colón y allí tratamos de refugiarnos, a esperar que pasara la tormenta. Pero la tormenta no pasaba. Allí me enteré de la muerte de Paco Urondo. Y volvimos a Buenos Aires y a la casa en que vivíamos de Estomba y la vía del Ferrocarril Bartolomé Mitre.
        Al mismo tiempo, mis tíos maternos estaban preocupados porque yo estaba ocupando el departamento. Estaban aterrorizados y me pidieron que lo dejara. Por otra parte, algunos amigos que antes nos bancaban, nos pedían que no pasáramos ni por su vereda.
        Mi madre ya estaba destrozada por su operación del cáncer de mama que, en esos tiempos, era casi imprevisible.     
        En septiembre de ese año, gracias al entonces ex Presidente Dr. Arturo Frondizi y a un personaje extraordinario, una mano derecha suya, Don Ramón Prieto, terminé yendo a Paraguay porque no tenía forma de salir para Europa sin pasaporte. Por supuesto, también iba Mariano de mi mano, ya con tres años.
        La historia de Paraguay es una historia que fue -hasta que yo misma tuve un cáncer- una especie de tabú siniestro del que no son culpables ni Don Ramón ni Don Arturo. Era un ambiente que yo, porteña nacida y criada, pensaba que era un invento de las películas yanquis. ¡Y no! Era una sociedad medieval, autócrata y policíaca. Y eso que yo estaba en un lugar privilegiado. A los pocos días me di cuenta de que lo que yo pensaba que era un invento yanqui era una triste realidad. A la semana un perro mordió a Mariano. Yo, que había sido mordida por la divina Collie de mi maestra y amiga Mecha Alas antes de estar embarazada y me había tragado las sesenta inyecciones en el Hospital Durand y mi amiga había tenido que llevar cotidianamente a su perra al Pasteur para ver si estaba rabiosa o no, pregunté adónde llevarlo. Me respondieron que no había y que era domingo.
        Era una casa con doce sirvientes y con siete autos importados y estaban esperando otro que vendría directamente de Alemania.
        Entonces le pedí a la dueña de casa que me pusiera un chofer a disposición y me cruzara la frontera.
        Y así fue. Y así volvimos con Mariano para Buenos Aires.  
        Y nos volvimos a instalar en Estomba.
        Y estando allí, cuando ya pensábamos que la tormenta estaba pasando, nos golpeó la puerta el 27 de agosto de 1977 a las 8 y media  de la mañaña Doña Noemí Castagna, nuestra vecina del departamento de enfrente, para decirnos que huyéramos, nos estaban buscando, ya le habían preguntado por nosotros a los demás vecinos, alguien había delatado nuestro auto, una Cupé Ford 35 recién restaurada… nos iban a matar…  
        Yo tenía un pasaporte que había conseguido sacar gracias también a Arturo Frondizi y ya teníamos algunos viejos compañeros que estaban en Río de Janeiro… Hablé con mi madre moribunda sólo por teléfono porque si no, no me iba a ir… Y a la mañana del 28 salimos de Retiro en ónmibus rumbo a Río, por supuesto, con Mariano...
        Mariano… Lo primero que dijo en cuanto cruzamos la frontera fue: «¡Prohibido está mal escrito!» Yo le había enseñado a leer y a escribir el año anterior. Ya leía y escribía y hasta advertía las faltas de ortografía. Era Brasil: «Proibido»!
          Pero en Brasil el ACNUR no nos daba refugio como a otros…
        Los de Amnesty International se ocuparon de nosotros y nos dijeron que, si yo conseguía poner a Mariano en mi pasaporte, nos pagarían un pasaje para Mariano y para mí a Roma que era el único lugar de Europa en donde teníamos algunos amigos.
        Habíamos tenido la inteligencia y la precaución de, una vez que Luis salió liberado el 25 de mayo de 1973 y lo reconoció, hacer un poder general a mi favor y al de mi madre para que nos desplazar mover por el mundo porque en esa época la patria potestad no era compartida.
        Yo fui al Consulado Argentino con un vestido prestado y pedí que lo pusieran en mi pasaporte porque mi padre, que era «Gerente» de la empresa multinacional inglesa Witcel Papers & Co. se quería encontrar con nosotros en Miami para hacer un viaje prácticamente alrededor del mundo. No sé si fui o no muy convincente. Me dieron un turno para ver qué se decidía y, por supuesto, tenía que ir con el nene para que le tomaran las huellas en caso de que lo aprobaran.
        Suerte que no existía la web en ese momento y suerte que, como supe mucho después, el Embajador era el amigo de Frondizi, Dr. Oscar Héctor Camillón, que tal vez hizo la vista gorda en muchos casos en esa época…
        Nosotros vivimos primero en Muriquí en la casa en que estaban unos compañeros que después se mudaron  -nosotros con ellos- a un departamento de Leme en donde el único chico era Mariano.
        Estos argentinos estaban esperando que el ACNUR les asignara un país adónde enviarlos en Europa porque Brasil no era muy seguro y les daba plata para su manutención porque ya estaban «reconocidos».  
       


        Nosotros no teníamos un cruzeiro partido por la mitad, de modo que no aportábamos al alquiler del departamento. [El Dr. Carlos Escribano me había mandado doscientos dólares y otros cien me había dado mi padre el 27 de agosto antes de la partida.]
        Cuando íbamos para el Consulado con Mariano, que siempre fue muy temperamental, le prometí que, si se portaba bien, si ponía todos los deditos que se los iban a ensuciar, si no gritaba, no hablaba, no lloraba, etc. le iba a comprar una flautita de plástico. Mariano se portó como un caballero inglés… Como un caballero mudo. Salimos con su nombre en mi pasaporte con el que los dos nos podríamos ir primero  a Europa. Como correspondía, le compré la flautita.
        Entramos al departamento y Mariano, feliz, tocando la flauta. Yo fui a una habitación a sacarme el vestido prestado y cuando volví al living para devolverlo, me encontré con que todos estaban con cara de bronca. No sabía que pasaba. Cuando quise dejar el living me pararon, me hicieron sentar y me dijeron que me iban a hacer juicio político porque yo «tenía plata para la flautita y no para el alquiler!» [sic]
        Les respondí primero preguntándoles quiénes eran ellos para juzgarme ya que hablaban todo el día de compañerismo y solidaridad si no nos podían bancar ni un mes sin pagar, porque todo esto no duró más que un mes. Después dije que hicieran lo que quisieran, aunque en realidad pensaba que era simplemente mala leche y envidia porque yo me iba primero con Mariano y que nosotros no estábamos en la situación protegida en que estaban ellos. Finalmente se empezaron a mirar entre ellos y no saber qué decir. De ahí hasta el día que pudimos volar a Europa la situación fue muy tensa.
         

        Recién muchos años después, en 1982, cuando hicimos una manifestación en Amsterdam a favor de las Islas Malvinas,  una de las que había sido parte de ese jurado ad hoc, que para ese entonces era madre, cuando me cruzó en la manifestación me vino a pedir disculpas por cómo se habían portado conmigo y sobre todo con Mariano…   «No teníamos hijos cuando estábamos en Río». [sic]
        Había habido dos excepciones. Un muchacho del que no recuerdo su nombre que jugaba y lo trataba muy bien a Mariano y una mujer que había dejado a sus hijos, Emiliano y Sol, en Buenos Aires, que no vivía en el departamento de Leme y un día le regaló una especie de guitarrita a Mariano.
        

      Y nos fuimos a Roma. Primero vimos desde el aire las casas de Madrid porque había escala en Barajas. Y en Fiumicino nos esperaba nuestro amigo Carlitos. De ahí, a Morlupo que es toda otra historia en la que también muchos se hicieron los idiotas y otros no…
        Era imposible que Luis pidiera refugio en Italia. En general sólo recibían gente de los partidos que también tenían sede en Italia como socialistas y comunistas. Los pocos compañeros que había eran funcionarios de las organizaciones con una especie de rango superior o amigos que no podían hacer nada más que aguantarnos y ayudarnos a averiguar cómo tenía que hacer Luis para irse de Brasil y pedir asilo en un país europeo. Supimos que, según la convención de Genève, había que hacerlo en el primer país en que tocase tierra. Salió de El Galeão y aterrrizó en Schiphol, el Aeropuerto Internacional de Amsterdam, el 3 de diciembre de 1977. Ahí mismo se presentó y pidió asilo.
        El 5 salimos con Mariano de Termini y llegamos el 6 a Amsterdam Centraal Station. Los dos de la mano, botas y valija tomadas prestadas, viendo la nieve juntos por primera vez al pasar por Bologna.
        Ahí fuimos los tres unos días al refugio de Putten en el Bosrand.
        Y después fuimos al Hotel Cok de Amsterdam y despues el Hotel De Wilde.

        Mariano venía con un ganglio inflamado desde Italia. Pocos días antes de Nochebuena lo internaron en el Andreas Ziekenhuis. Era el problema de sus oídos. No nos dejaban quedarnos de noche y un día llegamos y nos dijo: «¡Ya sabía que venían!»
        


          ¿Cómo sabías? preguntamos. Y nos mostró un texto en neerlandés: «Mamma komt zo -Tu mamá ya viene-».
        Se lo había escrito y enseñado Corinne  -una de las dos maestras acompañantes y maestras de los chicos en el hospita, en este caso, dos hermanas-. Y tenía también un dibujo hecho por Corinne: una taza y le había escrito: «Kopje koffie – Taza de café.»

 
        Y así empezó Mariano a hablar, escribir y leer en simultáneo el neerlandés de Amsterdam.
        Así se convirtió en un amsterdamés porteño hecho y derecho, al que todos sus amigos recuerdan y quieren. 





         













          
Hoy yo me siento exiliada del mundo sin mi compañerito de viaje…

®© De Memorias impertinentes.

 

domingo, 2 de diciembre de 2018



Con vos en nosotros





                Desde Amsterdam nos llegó este texto que le escribió una abuela, Heidi Kuijt, a su nietito muerto. 

                 Es muy sentido, muy doloroso y muy conmovedor.
                  Hoy, a cuatro meses de esa fatídica mala hora, te lo dedicamos. 
             
Vivirás en nosotros o moriremos con vos...
                

 

Hoy te sepulto en mí,

no con una lápida en la niebla matinal

no en una urna ni en un ataúd.

Hoy te sepulto en mí.

Así podés hablar conmigo y yo, contestarte.
Asi vas a vivir en mi vida.

Aquí, tomá mis ojos y mirá conmigo.

Tomá mis pies y caminá conmigo.

 

 Vamos a casa, nosotros dos,

desde hoy vivís en mí.

Dejo libre tu lugar en la mesa.

Venía, tomá mi boca y reíte conmigo,

tóma mis manos y sentí conmigo.

Lo que todavía quieras hacer, lo vamos a hacer.

Desde hoy vos vivís en mí.

 

Aquí: mi corazón, y viví conmigo.

Tu muerte terminó.

Desde hoy vos vivís en mí.

Yo voy a vivir dos vidas con vos en mí.

 

 


 

Vandaag begraaf ik jou in mij,

niet een gedenksteen in de ochtendmist

niet in een urn, of in een kist

Vandaag begraaf ik jou in mij.

 

Dan kan ik met je praten, en antwoord geven.

Dan blijf je leven in mijn leven.

Hier, neem min ogen en kijk met mij.

Neem mij voeten en loop met mij.

We gaan naar huis, wij allebei

vanaf vandaag leef jij in mij.

 

Jouw plaats aan tafel hou ik voor je vrij.

Kom, neem mijm mond en lach met mij,

neem mijn handen, en voel met mij.

Wat jij nog doen wou, doe ik erbij

Vanaf vandaag leef jij in mij.

 

Hier: mijn hart, en leef met mij

Jouw dood is voorbij

Vanaf vandaag leef jij in mij.

Ik zal 2 levens leven, met jou in mij.

 

                                    Heidi Kuijt - Oma.

65      MESES SIN VOS...               Es imposible de superar...        Y más cuando uno ve todo lo que tenías...        todo lo que te int...