viernes, 9 de abril de 2021

 FELIZ CUMPLE,  MARIANO!!!

 

EN DONDE ESTÉS...

SABÉ QUE SE TE EXTRAÑA...

Y TU AUSENCIA DUELE LO INDECIBLE, INTRANSMITIBLE...

😭😭😥😭💔💗💓

 

        Ayer, oh, casualidad encontré este artículo de La Nación que ahora transcribo en donde se te nombra no sólo como graffiteador sino como teórico de la historia del graffiti...,CYRUS querido  -que era tu nombre artístico...-

Y me llené de orgullo porque no sólo eras un loco lindo, divino, sino que eras múltiple...

 










Haciendo Graffitis en Amsterdam


ARTÍCULO 

Luis Gruss

Tema Libre. Arte en las calles


    Dibujantes, muralistas y graffiteros toman la ciudad por asalto. Como francotiradores poéticos intentan revitalizar, a su modo, el espacio urbano y volver a las fuentes de un arte efímero, pero no por eso menos valioso, que nació en las cavernas y creció con fuerza a la intemperie

 

Con aire caliente y fantasía no van a llegar muy lejos." Lo dice amargamente, con una mezcla de envidia y fastidio, uno de los protagonistas más odiosos de Las aventuras del barón de Munchaussen -el encantador film de Terry Gilliam-, cuando ve que por sobre los muros de la ciudad sitiada se eleva el héroe de la historia en un globo que parece pintado a mano.

También los artistas murales y casi espontáneos de Buenos Aires y otras ciudades suelen ser vistos así, como locos sin carnet, por los peatones de traje y celular que marchan apurados y nerviosos hacia sus jaulas de lujo. "No entienden nada", generaliza, por ejemplo, Oscar Brahim, de 34 años, que desde hace tiempo viene dedicándose a hacer en la calle lo que él denomina simplemente "intervenciones".

Impulsado acaso por esa mezcla rara de aire caliente y fantasía, además de un par de pinceles y una tijerita china, Oscar sale de ronda extramuros urbanos, solo y febril en la madrugada; para sus fines aprovecha, entre otros, los espacios en blanco de algunos afiches publicitarios donde pega ojos, bocas, aceitunas con piernas de mujer y hasta una foto gigantesca de la bonita Valeria Mazza, aunque rodeada de cucarachas, como la que acaba de instalar en uno de los grandes paredones del cementerio de la Chacarita.

Cuando se le pregunta por qué lo hace, Brahim encoge sus hombros y dice: "No sé". Pero si se lo apura, ensaya una explicación: "Quiero romper un poco con el acartonado código visual de esta ciudad", dispara en pocas palabras, como para que la gente entienda.

Oscar es una especie de francotirador que parece recién salido de la película Brazil , pero también existen grupos de artistas y delirantes más organizados y que apuestan a la creación colectiva. El grupo Escombros, por ejemplo, es uno de los más persistentes. Surgido hace diez años e integrado inicialmente por Romero, Pazos, D´Alessandro, Edward y Volco -tales sus noms de guerre- realizan murales y otras acciones artísticas. Y lo hacen en la calle porque, como afirman en un curioso manifiesto, "allí está la realidad sin disfraces ni condicionamientos". Otra de las agrupaciones que ha trabajado en la ciudad es Capataco -ya disuelta-, cuyos integrantes se dedicaron luego a hacer performances gráficas denominadas Arte al paso .

 

El artista plástico Fernando Bedoya, uno de sus animadores más notorios, ha impreso sus obras en veredas, calles y paredes, en un intento de interrupción efímera pero sensible de la rutina cotidiana. En esa misma línea puede mencionarse el célebre Siluetazo que acompañó los primeros y difíciles empeños de las Madres de Plaza de Mayo; un grupo enorme de estudiantes de arte y plásticos consagrados sembró la ciudad de inquietantes siluetas -dibujadas sencillamente sobre papel pintado-  representando a los hombres y mujeres que desaparecieron bajo la dictadura instaurada en 1976.

 

Los jóvenes herederos de aquella célebre demostración política y artística acompañan ahora las marchas organizadas por la agrupación Hijos, confeccionando carteles de señalización, ya sea de la ubicación de ex centros clandestinos de detención como de los lugares donde viven ahora algunos de sus más notorios protagonistas.

 

Una huella en la arena

Los artistas callejeros adoptan nombres y emblemas de batalla que por sí mismos ya dicen algo: Alma Portátil, Corazón Bucanero, Retaguardia Alucinada, Aeroluna, El Embalsamador de Pescados, Muerte Súbita, Piratas del Asfalto, entre otros. También se sumaron a la movida algunos gestores de la revista de arte y cómic Lápiz Japonés -Diego Bianchi, Elenio Pico y Raúl Ralveroni-, generando todo tipo de iniciativas de sol, viento y vereda, que luego aparecieron fotografiadas en el primer número de la provocadora revista.

Una de esas manifestaciones: La muestra nómade , fue una exposición itinerante en la que miles de figuritas artísticas y autoadhesivas [realizadas a cinco colores en serigrafía] fueron pegadas en colectivos, baños, buzones, teléfonos y ascensores. Las singulares estampillas fueron a parar también a lugares más íntimos, como cuadernos, agendas, guitarras, mochilas o puertas de heladeras. Los artistas nómadas consideran que la calle es el lugar ideal para que el público sea un protagonista activo de la obra, algo muy distinto del habitual y pasivo espectador de galerías. Y ellos son -como afirma el psicólogo social Román Mazzilli en un notable ensayo sobre el fenómeno de los graffiti-"portavoces anónimos de algo que la sociedad rumorea o siente secretamente por lo bajo".

Algunas de estas obras duran apenas algunos instantes -como una huella en la arena- y otras, como las llamadas «muroambientaciones», pueden permanecer a la vista alrededor de un año o más.

Esta práctica es una forma particular del graffiti artístico y consiste en aprovechar plásticamente el soporte brindado por terrenos baldíos, casas a medio demoler, fachadas descascaradas con rastros de escaleras y ladrillos visibles. Nicolás Menza y Germán Martínez, dos nombres conocidos en esta rara especialidad, dicen que su fuerte es trabajar en los altos, acaso como para conseguir que la gente levante la cabeza al menos una vez. Hacen pinturas, collages, dibujos que se confunden peligrosamente con la realidad de la ropa tendida y vecinos lánguidos que esperan inútilmente al cartero o a Godot. Lo primero para ellos es dar con la pared -el escenario-, después hacer fotos del lugar y, finalmente, mediante una aventura que abarca andamios, salto de tapias y mucho mate en un fin de semana, la fijación de la obra en el muro elegido, completada a último momento con elementos encontrados en el lugar elegido.

Murales, graffiti, afiches, figuritas, formas todas que pueden durar lo que dura un parpadeo ante la mirada sorprendida de un peatón ocasional, o tal vez un día, un mes, el tiempo necesario para que se complete su propio deterioro material, o para que alguna brigada municipal se ocupe de borrar esos ruidos o mensajes no programados. Las controvertidas inscripciones murales conforman un capítulo aparte dentro del tema.


Pegasus graffiti hecho por Cyrus

Mariano Labraña, un pirata del asfalto que aprendió el oficio en Holanda, asegura que los graffitis artísticos nacieron en el Bronx neoyorquino como un hobby de los jóvenes de clases bajas. Poco a poco ese ejercicio llegó a los subterráneos como arte caligráfico, al tiempo que en los años ochenta y noventa  -al ritmo del breakdance y el rap- cobró categoría de arte rítmico. Algunos cultores locales de esa tradición ya organizaron aquí el Primer Encuentro de Graffiteros Rap, y quieren que su movimiento se legalice, aunque sin perder su esencia callejera. Manga King, editor del fanzine Moshpit Posse, brinda el ejemplo de Chile, donde -según él- los jóvenes pintan con autorización en playas de estacionamiento o supermercados, e incluso actúan respaldados a veces por marcas de pinturas en aerosol que los auspician. Habría que recordar, sin ir más lejos, que la izquierda chilena conserva una larga tradición de arte mural y que esa experiencia alcanzó su punto estético más alto con la actuación de las brigadas Ramona Parra, cuyas obras -al igual que las pinturas murales de los chicanos neoyorquinos- están inspiradas en las técnicas artísticas de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y otros grandes muralistas mexicanos.

 

Pinturas en la mesa

Sabina Alonso, Pablo Ziccarello, Florencia Vivas y algunos colados inefables, como los citados Diego Bianchi y Elenio Pico -este último también editor de curiosos libritos de bolsillo llamados colorinbucs-, se dedican a otra forma del arte al paso. Ellos instalan obras de arte propias o ajenas en las mesas de los bares con onda -como los califican en su jerga-, sobre todo aquellos que están ubicados frente a la plaza Serrano, en Palermo Viejo. De ese modo, los habitués aprenden a compartir su café o su nostalgia con un rostro pintado que los mira a los ojos, les sonríe o les pide al menos un segundo de su amable atención. Después, los chicos se van con el arte a otra parte y la magia continúa.

[CORRESPONDERÍA UNA FOTO SOBRE UN GRAFFITI COMIC EN BOEDO QUE NO ESTÁ!!]

 

Vanessa y Lorena Bossi, Mariana Corral, Violeta Bernasconi y Carolina Golder, por su parte, conforman, junto a Alejandro Merino y Leandro Yazurlo, una suerte de brigada mayoritariamente femenina del arte callejero. Hace poco, en un encuentro de arte visual realizado en el barrio de Caballito, las niñas, -estudiantes de arte en su mayoría- proyectaron diapositivas color de algunos sus trabajos más logrados, especialmente aquellos que acompañaron las protestas docentes durante los últimos años. A veces la obra se reduce a un encadenamiento de delantales blancos dibujados sobre un paredón pintado de negro. "No nos interesan las exposiciones realizadas bajo techo y bien resguardadas del aire de la calle", dictamina Vanessa al hablar en nombre del grupo, y dice que ellos se divierten mucho más mostrando sus habilidades pictóricas en los muros de Buenos Aires o ciudades de países vecinos, como lo hicieron recientemente en Potosí y La Paz, Bolivia. "La gente se para, nos pregunta para qué hacemos lo que hacemos, y algunos hasta se ofrecen para ayudarnos", dice. Es cierto, por otra parte, que no todos los trabajos murales ostentan un nivel estético fácilmente aceptable por los exquisitos. Pero incluso así se los puede ver también como una parte significativa de la comunicación en la ciudad. Son _como ha dicho con razón el prestigioso diseñador gráfico Rubén Fontana_ "una forma de expresión sin censura, un acontecimiento sin par que produce notables y estimulantes sorpresas visuales".

Una verdadera iconografía salvaje, realista y resplandeciente, se desarrolla como puede en un contexto dominado por el orden y el lenguaje convencional. A veces, una simple rayita hecha a mano sobre un cartel publicitario alcanza para cambiarle el sentido original y quebrar un código visual empantanado en las telarañas de la costumbre. Con formas audaces y colores fuertes o sugerentes, la poesía urbana se impone al gris consorcio monótono y previsible de todos los días. Y ese indudable aporte a la calidad de vida en la ciudad no resulta menos valioso porque su permanencia sea muy breve en la mayoría de los casos. Como ya lo han entendido diversas culturas de ayer, hoy y siempre, las obras humanas más ciertas y perdurables son eternas... mientras duran.

©®Luis Gruss

La Nación Lifestyle

Buenos Aires, Febrero 5, 1999.

 

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