Gallina,
la pitbull mamá
evocaciones
2007
Mariano vivía en Floresta.
Yo pasaba muchas tardes allí.
Él siempre amó la
compañía de los perritos.
Había traído de su casa
de Urquiza a Yoda, una de sus favoritas. Yoda era ya adulta y lloraba mucho, no
se adaptaba al cambio de lugar. Mariano
la volvió a llevar y se puso a buscar una perrita por Internet.
En ese momento, íbamos a
los cybers y me mostraba los perritos que le gustaban. Él quería que fuera un Pitbull.
Y así fue: eligió una perrita y una tarde me pidió que lo acompañe a ir a
buscarla. Viajamos a San Martín en tren. Para mí, a mis dieciséis años, toda
una travesía.
Cuando llegamos a la
dirección que nos dieron, nos encontramos con un tipo que tenía una camioneta
vieja.
En la parte de atrás había
una jaula con tres ó cuatro cachorritos. Mariano me dijo: "Elegí el que quieras". Mientras los mirábamos y
decidíamos cuál llevarnos, una cachorrita se asomó, levantó la cabeza y lo
miró. Instantáneamente, Mariano seguro: “¡Me
quedo con ésta!”
Gallina,
la pitbull mamá
evocaciones
2007
Mariano vivía en Floresta.
Yo pasaba muchas tardes allí.
Él siempre amó la
compañía de los perritos.
Había traído de su casa
de Urquiza a Yoda, una de sus favoritas. Yoda era ya adulta y lloraba mucho, no
se adaptaba al cambio de lugar.
Mariano
la volvió a llevar y se puso a buscar una perrita por Internet.
En ese momento, íbamos a
los cybers y me mostraba los perritos que le gustaban. Él quería que fuera un Pitbull.
Y así fue: eligió una perrita y una tarde me pidió que lo acompañe a ir a
buscarla. Viajamos a San Martín en tren. Para mí, a mis dieciséis años, toda
una travesía.
Cuando llegamos a la
dirección que nos dieron, nos encontramos con un tipo que tenía una camioneta
vieja.
En la parte de atrás había
una jaula con tres ó cuatro cachorritos. Mariano me dijo: "Elegí el que quieras". Mientras los mirábamos y
decidíamos cuál llevarnos, una cachorrita se asomó, levantó la cabeza y lo
miró. Instantáneamente, Mariano seguro: “¡Me
quedo con ésta!”
Nos volvimos en el tren
nuevamente y yo la llevaba en mi hombro. Era muy dulce, temblaba y tenía
pulguitas.
Mariano me explicaba cómo
tenerla porque yo jamás había tenido un cachorrito y se me quería escapar de
las manos.
Nos bajamos y fuimos a un
supermercado. Yo me quedé adentro en un banco con la perrita escondida para que
no la vieran mientras Mariano entraba para comprarle unas rodajas de mortadela
para que comiera. ¡Las comió desesperada!
De ahí fuimos para
Urquiza, donde nos encontramos con una vecina muy perruna que le dijo que no
era Pitbull y Mariano empezó a dudar.
Al ratito, le hicimos
morder una soga… Ya no tuvimos ninguna duda: su mordida era la de un Pitbull.
Después nos fuimos a
Palermo, costumbre que respetaba todos los sábados desde que volvió a la
Argentina, en donde jugaba a la pelota con los pibes de siempre, «los de Palermo»,
él los llamaba.
Yo me quedé con la
perrita sentada en el pasto.
¡Él, mientras, metía
goles!
La perrita era bastante
inquieta y se quería escapar, pero no la queríamos dejar en el pasto porque no
estaba vacunada.
Cuando terminó el
partido, Mariano muy decidido le empezó a decir Gallina
a la perrita. Al principio no me cayó nada bien –soy bostera, aclaro-. Después
lo terminé aceptando.
Ella era tan «gallina»
que Mariano le enseñó a morder un trapo al grito de: «¡Boca, Boca!», y ella se
volvía como loca.
A Gallina también la llamaba Murgee
que significa ‘gallina’ en hindi, el
principal idioma de la India. [Mariano era multilingüe!]. Ése era uno entre tantos otros apodos
que inventábamos para nombrarla.
Fue siempre una perrita
buena y educada.
En 2011, Mariano la cruzó
con Trapo, un Pitbull de Drago y
quedó preñada ya antes de las fiestas.
Cuando le hicimos hacer la
ecografía sólo se veían cuatro cachorritos. Por eso, que pensábamos que serían cinco
ó seis a lo sumo…
Pasaron los meses y Galli tenía una panza gigante.
Una noche, ella ya con
contracciones, me quedé a dormir con Mariano porque sabíamos que en cualquier
momento iba a parir. Y a la mañana empezaron a nacer.
Laura, su vecina de ese
entonces nos ayudó. Había estudiado veterinaria.
Cuando creíamos que ya no
nacían más, aparecía otro perrito.
No fueron cinco ó seis como
nos habían mostrado en la ecografía!
Fueron diez hermosos perritos.
Durante el parto Mariano
asistió a Gallina en todo: le
cortaba el cordón umbilical a cada uno de los perritos y luego, se lo ponía en
la teta para que lo amamantara.
Hizo todo, hasta salvó a
una de las perritas que al nacer no respiraba y la reavivó con golpecitos en el
pecho. Esa perrita que hoy en día vive gracias a Mariano, es a la que estoy
acariciando ahora mientras escribo esto, Fawaka.
Hace ya dos años que
murió Gallina de cáncer en las
mamas.
Recuerdo que en su último
día, ella estaba tranquila y la llevamos a la veterinaria que nos avisó que iba
a morir en horas. Necesitaba quedarme con Mariano.
Él le armó una cuchita
especial con todas sus plantitas alrededor y le pusimos música clásica de fondo
para crearle un ecosistema de paz.
Nos quedamos a su lado,
acariciándola y contemplándola hasta que después de un suspiro, murió.
Rezamos juntos por ella y
le pusimos una musculosa de River en la que le escribimos algunas frases para
expresarle cuánto la queríamos.
Ella está en una maceta
muy grande en la que le plantamos semillitas de ajíes picantes, jalapeño y habanero. Y cada uno puso una
plantita.
Gallina y Mariano y
ahora Bollita, siguen compartiendo juegos y mimos, rodeados de pájaros y flores…
Ahora son parte de la
naturaleza que tanto aman.
®© Caro Reig, 5 febrero
2019.
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