Mariano...
hace 3 años que te nos estabas yendo...
Todavía increíble e insufrible...
A menudo escuchás que con el tiempo se va a hacer todo más
fácil, pero no: cada vez es más difícil.
Vos amabas tantas cosas y tenías tanta vida que no podemos
entender esta muerte que te nos arrebató en sólo cinco días...
Por suerte a veces suceden cosas inexplicables que después
asociamos a vos, a pesar de que para algunos podría ser
simplemente azar...
Este mes, Caro iba en su auto y frenó ante una especie de
camioneta o algo por el estilo y, distraída en lo suyo, de pronto se
dio cuenta de que no estaba alucinando, de que era real lo que
estaba viendo debajo de la marca del vehículo en la parte de atrás.
No lo podía creer...
Se sintió palpitando de emoción, de alegría, de angustia... Estaba
viendo la firma de un graffiti: «Cyrus»!
Era el 23 de julio.
Me lo envió. Dicen que hay señales que te mandan tus seres
queridos y ese mismo día yo estaba revisando unas libretas Norte en
las que cuando tenía quince o dieciséis años hacía mis anotaciones y
escribía mis versos de entonces, estimulada entre otros por Juan José
Fanego y su tribu de Valdenegro -entre ellos Miguel Ángel Omes al
que siempre conocí por «Pinky», que me llamaba «la campesina
rusa» y que fue el marido de Silvia y padre de su hijo. Sí, el marido de
la sanjuanina, Víctor Mariani y algunos que no recuerdo-. Todos me
llevaban una década en edad, pero eran mis mentores y me de que
tenía que seguir escribiendo porque lo que escribía valía la pena...
Y revisando esa libreta, la primera que era de antes de conocer a
tu padre, me encuentro con un poema que hice el 2 de agosto de
1964. Ni yo podía creer lo que leía y pasé a Word. Se lo mandé a dos
amigas sin decir fecha de escritura, una la sanjuanina y otra, mi
amiga Mónica. Ambas sabían que yo venía mal pensando en estas
fechas y a ambas les pareció que lo había escrito ahora. ¡Para nada!
He aquí el poema del 2 de agosto de 1964.
Dibujos del café
Tengo las
manos antiguas
como uvas
carcomidas
antiguas y sensibles.
Mis manos
que están sintiendo
desde que
nació la tarde.
Entonces
al verlas
elevo mi
silencio a la letra
y soy yo
quien siente
unos deseos
pumas
de tenerme
lejos
a todo
traquetear.
Se me
chorrean
entre ese
crepúsculo de ruidos y voces
las mieles y
las nubes
y apretado,
acurrucado
en un rincón,
el último
respiro
que cayó de
bruces
en mi piel.
Entonces
quiero serme
el manantial
o la memoria
y quizás
una voz
trillada a trigo limpio.
Y soy
una sombra,
el trazo que
se dibuja solo
en el café,
un pan
ausente que se siente madurar.
Entonces
me rebelo...
Mis todas
dimensiones,
mis células
aprisionando nuncas
se rebelan
a veinte
gritos.
Quieren
morir gritando.
y un silbo
frío y seco y viejo
se envuelve
entre los paraguas
y la calle
mientras, un
susurro de tiempo final,
se va
ensañando
poco a poco
a angustia
vieja
entre los
muslos... el dolor.
Hoy se lo conté y leí a Caro y me dijo que vos llamarías a esto: «profesía
autocumplida»...
Y me acordé de esa frase tan conocida que algunos atribuyen a Albert
Einstein y otros refutan: «Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde».
Y pensé en los tiempos en que no sabíamos que éramos felices sin darnos
cuenta cuando nos íbamos con o sin destino con La Chanchita -como
llamábamos a la camioneta Volks Wagen que Lucho convertía en casa rodante...
![]() |
Con LA CHANCHITA en el Mediterráneo |
Total, todos éramos chiquitos y parábamos en donde queríamos y cuando
parábamos tu padre se hacía el cacique y se golpeaba el pecho haciéndose el
loco y decía palabras raras y vos lo imitabas. Y se iban a buscar provisiones
juntos...
Nosotros dormíamos en una especie de cama atrás y vos, en el asiento de adelante y no nos dábamos cuenta de lo que teníamos, de esa felicidad a la que no le dábamos tenía ese nombre en esos momentos...
Y vos lograste lo que nunca nadie logró sin que me agarrara un ataque de
pánico, meterme en ese mar...
Porque a vos siempre te encantó el mar...